De un Corresponsal ESPECIALISIMO =)
Llegamos temprano, circunstancia que nos permitió acceder con comodidad y, para proseguir con nuestra dieta sana, comirnos una naranja cada uno. Como no había tacho de basura en ninguna parte, o por lo menos cerca de la fila 4 en la que estábamos ubicados, las cáscaras las pusimos en una bolsita de plástico color azul que colgamos prolijamente del apoya brazos que compartíamos con Marta. Ahí quedó. Con las semillas supérstites intentamos hacer puntería en el espaldar de dos filas más adelante. Ganó Marta.
Es menester aclarar que estábamos en el Teatro Coliseo merced a que nos pasaron unas entradas que no usó alguien que, seguramente, se las había garroneado a otro. Por la poca información que teníamos, tocaba un conjunto de polacos, o algo así. Como nos gustan bastante las danzas rusas, a caballo regalado…
De arranque nos sorprendió que en el escenario había muy poco espacio para el despliegue de la danza de la estepa siberiana, ya que algún desubicado había dispuesto innumerable cantidad de sillas, lo que nos permitió inferir que seguramente se trataría de danza acrobática.
Una señora que nos acompañó hasta nuestras butacas -seguramente la dueña del lugar porque conocía la ubicación de todos-, nos dijo que el espectáculo comenzaba a las 20.30, previo aporte de una moneda de 25 centavos que era el precio que, parece, tenía el librito que nos dio a cambio. Nos vino bárbaro para envolver el tupper que llevamos a la Oficina con la comida.
Con tiempo de sobra y mientras llegaban los demás invitados, Marta aprovechó para dormirse una siestita apoyando su espalda en el apoyabrazos en el que se hallaba colgada la bolsita y las patas puestas en al asiento de su vecina de la derecha y yo hice 60 abdominales tirado en el suelo y sosteniendo mis pies por debajo de la alfombra que estaba en el pasillo.
Se hizo la hora y la irrupción de la gente acompañada de su respectivo perfume tornaron la atmósfera irrespirable a los pocos minutos. Prendí un cigarrillo para neutralizar el efecto destructivo de las lociones circundantes y una señora bastante grosera que estaba a mi izquierda prácticamente me ordenó que apagara el pucho. No obstante haber esgrimido yo el argumento que en el Cine Maipú de Banfield, de la fila 1 a las 6 se podía fumar, los insultos impiadosos de otros vecinos me obligaron a hacerlo, no sin antes fijar mi posición frente a la cuestión: - ¡Tilingos debiluchos!- les espeté.
Por suerte, en el mismo momento en el escenario empezaron a aparecer los danzarines vestidos raro. Todos llevaban algo en sus manos: muchos con violines, otros con charangos, uno con una quena grandota y colorada, dos con flautines…
Marta, recién despierta y desperezándose pregunta: -¿Quiénes son los giles estos?.
La señora de mi izquierda, la misma que me había obligado a apagar el pucho, le contestó sin mirarla: ¡Budapest Festival Orchestra, querida…!
Sin ponernos previamente de acuerdo dijimos a dúo: - ¡Qué embole!, a lo que agregué: -¿Y ahora qué hacemos?. Marta, en un alarde cuasi filosófico me dijo en voz baja y contemporizadora: - Aguantá, tanto lo malo como lo bueno transcurre rápidamente…
Maravillado por las palabras de mi Cuchurrumin, me senté sobre el asiento levantado, lo que provocó que un viejo impertinente de la fila de atrás me pidiera que me sentara con el asiento bajo, ya que él no veía.
Me provocó tal ira que no me pude contener: -Papá, andá al cine a ver, acá venís a escuchar!
Si bien Marta hizo un gesto aprobatorio con el puño cerrado y le dijo además al señor: -Chupate esa mandarina!!- los demás no pensaron lo mismo y, a los gritos –gente rara- me obligaron a sentarme incómodo.
Me provocó tal ira que no me pude contener: -Papá, andá al cine a ver, acá venís a escuchar!
Si bien Marta hizo un gesto aprobatorio con el puño cerrado y le dijo además al señor: -Chupate esa mandarina!!- los demás no pensaron lo mismo y, a los gritos –gente rara- me obligaron a sentarme incómodo.
Lo que sigue, aburridísimo. Los tipos empezaron a tocar. Un ruido infernal. Ninguna canción con letra. Por lo menos alguna que sepamos todos.
Dispuestos a esperar y soportando la insoportable catarata musical, parece que el ruido del alicate también molestó a la señora de mi izquierda. Esta vez, su acompañante, un pelado parecido a Telerman –aparentemente costurero famoso- con un tono de voz muy raro, tipo Graciela Borges, me arrancó el alicate y lo tiró al pasillo, provocativamente. (Luego observé en la televisión que era de apellido Bogano, Bogani, de nombre Gino o algo así.)
Marta me impidió tomándome del brazo izquierdo que lo reventara a trompadas allí mismo y deseché la recuperación de la herramienta arrebatada.
Debo reconocer que allí presté atención a la actuación de uno de los tipos del escenario que tocaba el flautín. Era bueno, se movía al compás de la música, le guiñaba el ojo a una rubia de la fila 3 que estaba a la derecha. Re-piola. Cuando pararon un cachito de tocar, me paré y, aplaudiendo a la vez, le grité: -¡Aguante los vientos, humille flautín!... Otra vez la reprobación del resto.
-¡Terminó un movimiento, señor!- me dijeron. Marta, defendiéndome, a su vez le dijo: -¡Ah, si por cada movimiento que termina, no vamos a poder hablar, no sé qué vamos a hacer después de un terremoto!- Sencillamente genial, la admiré calladamente.
Repuesta la calma, siguió el aburrimiento. Al del flautín, después, probablemente por lo que había pasado, lo mandaron al fondo. No era tan quilombero el tipo…, pobre, pagó el pato sin beberla ni comerla.
De golpe, sobresaltado por unos aplausos, me desperté. Marta me codeaba mientras me decía que aplaudiera. Obedecí, pero… a esta gente ¿nada la viene bien? Como me saqué la tricota y la revoleaba como en el recital de la Sole, más de uno me miró con mala cara. Marta me indicó: - No exageres, bajate del asiento…
Claro, el costurero de mi izquierda sí puede decir o hacer lo que quiera y yo no. A él le queda bien cualquier cosa y a mí nada. El gritó, en el medio del aplauso algo así como ¡Mazel tow! y todos chochos.
Lo más espantoso de todo: como los aplaudieron bastante, los tipos tocaron otra. Luego de esta, por suerte cortita, volvieron a aplaudirlos y yo empecé a gritar: -¡Pará macho que si seguimos así van a tocar otra más y yo ya tengo el culo cuadrado de tanto estar sentado!. Miradas de odio por doquier. Típicos argentinos que no respetan nada…
Los nombres de las personas fueron cambiados.
Cualquier relacion con la realidad es pura coincidencia.
Gracias Aita ;)
2 comentarios:
-¡Aguante los vientos, humille flautín!...
jajajajajajajjajajaajjajajajajajajaj
ajajajajajajajajajaja
jajjajjajajajajajajajajaj
brillante!
Groso el corresponsal! jaja
ya te lo dije, después de leer esto, "entendí muchas cosas!" ja!
mazel tow!!!! fantástico..
beso!
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